El CP Villarrobledo debutaba esta campaña en la categoría de bronce del fútbol español, una temporada que será difícil de olvidar para la familia rojilla. Un ascenso histórico por la dificultad deportiva y administrativa, la plaga de lesiones a principio de temporada y ´el milagro de la permanencia´ marcan un año para el recuerdo del CP Villarrobledo.
Lejos quedan en el tiempo los goles de Nacho Huertas y la celebración de la plantilla por las calles de Villarrobledo. Se había conseguido un hito histórico, ascender a Segunda División B a pesar de las terribles circunstancias administrativas que sufrió el club antes de la llegada a la presidencia de los hermanos De la Cruz.
Una mala pretemporada en cuanto a resultados y un proyecto ilusionante en lo que respecta a fichajes, dieron paso a un inicio de campaña marcado por el aforo completo en el Barranco del Lobo y las lesiones de pilares importantes. Nacho Huertas, José Carlos Gil, José Rodríguez, Dani Ndi…los jugadores del CP Villarrobledo caían lesionados como también caían las opciones de permanencia.
Un fútbol exquisito por momentos, al mismo tiempo que desordenado. Jugadores que no paraban de intentarlo jornada tras jornada y un entrenador dispuesto a proponer soluciones para salir del descenso. La realidad, un equipo colista que había hecho méritos y fútbol para estar más arriba en la tabla.
Si la temporada ya se antojaba ´especial´, la llegada de la crisis sanitaria y el seguro de permanencia han puesto el broche al debut de los villarrobledenses en Segunda División B.
Nacho Huertas podrá celebrar los goles que merece en Segunda B, José Carlos Gil tendrá la posibilidad de seguir corriendo la banda del Barranco del Lobo ante rivales de élite. Una segunda oportunidad, justa o no, que seguro aprovechará el CP Villarrobledo para aprender de los errores cometidos en su primera temporada en Segunda B.
